mayo 17, 2014

En defensa de la hipercomunicación.

Mucho se critica cómo la gente de ahora (2014) navega por su mundo con los ojos en su celular, aislados juntos del mundo a su alrededor. Mucho se apena el observador, que intuye que hay algo mal en ello pero no termina de deshilvanar más allá de la profunda soledad del transeúnte promedio.

"El mono desnudo" (1967) menciona, en su apartado de violencia, que en una sociedad primigenia de humanos cazadores nadie habría convivido en vida diaria con más de 100 monos desnudos (Homo Sapiens Sapiens), de modo que todos se conocerían y sabrían qué esperar del otro: sostener la mirada es un acto de agresión, sonreir es uno de sosiego, mantener una postura muy erguida es retador, y a cada una de estas actitudes entre dos monos le corresponde un proceso de resolución. Todo esto sin siquiera tomar en cuenta el intenso y enorme componente sexual de nuestra especie, que también entra en juego en los enfrentamientos y necesita ser resuelto en cada episodio de manera entrelazada con la agresión, ya que es común que un acto de agresión entre primates se solucione con mayores o menores comportamientos de limpieza mútua o de alusión a cópula.

Luego de esta disgresión, retorna a analizar qué pasa en la sociedad actual del mono desnudo, con miles y millones de humanos cruzando caminos los unos con los otros todo el día, sin posibilidad alguna de abordar los mecanismos de resolución de conflicto mil quinientas veces al día. Necesariamente el mono desnudo hubo de inventar mecanismos de evasión estrictos por los que se minimice la confrontación al máximo grado posible: evitar el contacto físico para preservar el espacio personal, ignorar esta regla cuando es imposible no violarla pero al menos evitar a toda costa el contacto visual, evitar en gran medida el contacto visual, etc.

Actualmente no pasamos de los mismos 100-150 contactos, no realmente. No importa cuántos miles de "amigos" tenga nadie en su red social de preferencia, no habla ni tiene contacto con más de quince decenas en promedio. No somos muy diferentes del mono cazador con el que compartimos todo nuestro ADN, aunque creamos que la cultura nos ha distanciado enormemente del mismo. Lo que sí ha hecho es revolver entre dicha maraña de millones de seres este núcleo de contactos, de modo que se vuelve casi imposible convivir con todos en la cotidianeidad, sin importar cuánto salga uno con los amigos o vaya a fiestas familiares.

Esto es lo que solventa la hipercomunicación: nos permite llevar con nosotros mismos a nuestro núcleo social. Por eso se siente tan "bien", tan como una droga. Satisface una necesidad muy básica e instintiva que difícilmente lo es sin esta intensa comunicación.

Siendo una tecnología nueva, el mundo entero está embobado con la nueva droga social y abusa como quincenañero que acaba de descubrir la cerveza; como es de esperarse, pero no de criticarse. Hay que ser pacientes, creo yo.

El que mira al cielo y disfruta de los días soleados y el verde de los árboles lo hará con o sin celular en mano, o incluso compartirá lo que sus ojos ven con sus amigos por este mismo medio; el que no se percata de su mundo, se encerrará tras sus pensamientos sin importar dónde tenga puesta la mirada.

Yo, desde mi rincón, gusto mucho del mundo y de compartir mi gusto y mi mundo.


No hay comentarios.: